EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.- Como toda figura popular, Felipe Polanco ha recibido propuestas para ingresar a la política, pero las ha rechazado porque ese no es su mundo, y además no sabe mentir.
“Claro que sí, que me han tentado, pero ese no es mi mundo, para nada; yo no cambio mi paz y mi tranquilidad. Imagínate que gane algo; ¿alguien se puede imaginar la casa mía llena de gente, esperando lo mío? Yo no tengo temperamento para eso”, dice enfáticamente Boruga.
Agregó que en todos los sistemas hay cosas bien hechas y mal hechas, hay justas e injustas, pero él toda su vida ha sido un hombre muy franco y claro, y debería tener “un manejo, como se dice ahora, tienes que manejarte, y eso implica que hay que hablar mentira”.
“Te dicen, dile que tú le vas a resolver eso aunque sea mentira, y yo no puedo, y mis problemas que yo he tenido han sido por ser franco y directo, y hay gente que dice: ‘Ese es un pesado y odioso’, pero si yo tengo que decirte algo, no me lo puedo callar, porque no te estoy hablando mentiras”, aclaró.
Felipe dice que, aunque vive en el extranjero, eso no significa que él no esté pendiente de lo que sucede en la República Dominicana, pero de involucrarse en la política, eso está totalmente descartado.
Recordó que su salida del país se produjo luego de que se pronunciara y dijera dos o tres cosas, y allegados del poder de turno le hicieron la vida imposible.
“Entonces, uno tiene su temperamento; yo no soy un hombre que le tiene miedo a la gente ni a nada, y a esta edad lo que uno hace es buscar su paz y tranquilidad. Tenía la posibilidad de irme, y me fui con mi familia; quedaron dos de mis hijos aquí en el país, y vivo en armonía con todos los dominicanos”, detalló Boruga.
Revela siempre pensó que moriría a los 45 años de edad y a los 44 conoció la palabra de Dios
Boruga, quien celebra 50 años en la industria del entretenimiento, dice que su vena artística la heredó de sus padres, pero subraya que fue su progenitora la que más incidió en su carrera, no solo porque ella era una excelente cantante, sino porque su relación umbilical no se ha cortado aunque su madre ya no está en el mundo de los vivos.
Boruga, cuyo nombre de pila es Felipe de Jesús Polanco Delgado, recuerda que, siendo estudiante universitario, a él, más que la comedia, lo que le gustaba era cantar porque su mamá cantaba muy bonito, su padre tocaba la guitarra, pero insiste que el ser que lo trajo al mundo hacía muchos cuentos, muy ocurrente, y era la más alegre de la familia, razón por la cual todo el que la conoció dice que a ella fue que él salió.
Polanco recordó que, regularmente, los hijos copian todo lo que hacen los padres, pero él absorbió de los dos, y como a su madre le gustaba leer mucho, también se inclinó por ese hábito, a tal punto que leía hasta las novelitas de vaqueros, hasta que se le quedó esa costumbre, lo que le facilitó su capacidad de comunicarse con los demás.
Entrevistado por Héctor Herrera Cabral, el destacado productor y conductor de televisión explica lo difícil que resulta hacer reír a la gente cuando el comediante está atravesando por problemas personales, familiares o de cualquier índole.
Sostiene que ahí se pone de manifiesto el talento profesional, porque no se le puede llevar ese estado de ánimo al público que paga su dinero para ir a un show a disfrutar, y como ejemplo narra una dramática situación que vivió 48 horas después de haber sepultado a la mujer que lo trajo a esta vida.
“Mira, a mi mamá la sepultamos un miércoles, y el viernes yo tuve que ir a hacer un show. Mi madre para mí era todo, eso fue un golpe demasiado duro, muy contundente, una cosa que te desarma, porque yo todo lo que hacía era en base a lo que aprendí con ella, y dos días después de sepultarla tuve que hacer ese show, y la impresión y sugestión fue tan grande, que yo la llevaba al Maunaloa, que tenía un espacio en el segundo nivel que era el palco del propietario Edmón Elías, y yo la sentaba ahí, y yo la vi ese día, pero tú tienes que desconectarte, porque el público no tiene la culpa”, reveló Boruga.
Agregó que cuando termina la presentación se vuelve a lo mismo, a llorar y al duelo, pero siempre hay que cumplir con el público que paga para disfrutar.
Felipe Polanco detalla que su entrada a la televisión fue por iniciativa de su amigo de infancia Pedrito Núñez del Risco, quien era el contable del programa “Nosotros a las 8” que conducían Freddy Beras Goico y Yaqui Núñez del Risco, y lo motivó para que formara parte del elenco.
“Pedrito me dijo: es que tú haces muchas vainas, y yo quiero que Freddy y Cuquín te vean. Imagínate, eran las estrellas, Freddy, Cuquín, Cecilia García, y Jimmy Díaz, que era un cómico puertorriqueño buenísimo, muy inteligente, y ese programa era el número uno de la televisión, que se difundía por el canal 4”, recordó.
Amplió que, “un día llego de la universidad y me dice mi mamá que me llamó Pedrito para que vaya al canal 4. Yo estaba tampoco en eso que me puse a hacer mi cena, porque estaba desde la 1 PM recibiendo clases. Luego que cené, salí para allá a ver lo que había, y me dieron un papel para hacer los muñequitos de los periódicos, que yo los leía todos, y no hubo que explicarme nada, y arranqué por ahí”.
Entonces, Freddy estaba de viaje y regresaba la semana siguiente. Luego me llamaron a la casa para que vaya a la oficina, que ya Freddy había llegado. Me entrevisté con él; yo no estaba nervioso, porque siempre he sido así. Además, Freddy iba al colmado de mi papá porque su oficina quedaba cerca del negocio. Eso sucedió en los meses de septiembre u octubre de 1974”, detalló Boruga, quien además es locutor.
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El éxito y la fama alcanzados por Felipe Polanco como una estrella de la industria del entretenimiento trajeron consigo un desenfreno de su vida que lo llevó al alcoholismo, y según él se hundió en un abismo del cual pudo salir cuando Dios lo rescató, pese a que, antes de que tal cosa sucediera, él dudaba de la existencia del creador.
“Yo tenía una vida muy acelerada, de ganar mucho dinero, pero de botar mucho dinero. Dice la palabra que de lo más vil Dios hará lo más agradable. Yo era lo más lejos que alguien se pueda imaginar de ser un evangélico. Yo decía que no creía en Dios ni en nada. Creo en los cuartos que me gano y tengo en los bolsillos, en las mujeres que voy a buscar a las calles; en eso era lo que yo creía, en el trago, no tenía otra meta”, narra Polanco.
Boruga dijo que se fue metiendo tan lejos, que llegó a un alcoholismo que rayaba en la irresponsabilidad: “Iba a perder mi tercer matrimonio, mi hijo más pequeño que iba a nacer, vino el conflicto con Freddy porque se cansó de que le fallara y me canceló. Todas esas cosas juntas me llevaron a un retiro al cual yo no quería ir”.
“Dije que iba a ir para salir de esa vaina, por mi hermana, mi prima y mucha gente cercana que estaba en la iglesia. Ya mi esposa había empezado a ir, y le dije que vamos para salir de eso, y ahí pasó algo impresionante: el último día yo estaba loco porque eso se acabara, y ahí mismo dijo el predicador: ‘Aquí hay gente que está loca porque esto se acabe’, la misma palabra que yo tenía en la cabeza”, agregó.
Añade que, “en ese instante, el predicador pidió que cerráramos los ojos y le pidiéramos al Dios que no creíamos para que nos ayude, y yo dije, bueno, vamos a ver si es verdad, cerré los ojos y escuché una voz que me dijo que yo no volvería a tomar más alcohol, y hace 26 años de eso, jamás me ha dado deseo de tomar, yo no tomo nada”.
Sostuvo que mucha gente no creyó en eso y dijo que en pocos meses él volvería a tomar alcohol. “Pensaba que era mentira, y ha pasado el tiempo, y yo investigando acerca de Alcohólicos Anónimos y todo, yo había ido a terapeutas, psiquiatras, y nadie podía conmigo, solamente Dios, en un momentito, y me ha cambiado la vida para bien, y la vida de mis hijos, de mi esposa, de mi entorno, la armonía que hay en mi casa, Pasa la gente y me preguntan qué es lo que hay en ese hogar, y yo le respondo, la presencia del más grande”.
Aclaró que él creó un Felipe Polanco en su cabeza que le salió mal, y yo tenía en la cabeza que a los 45 años iba a morir; yo tenía eso fijo, pero el plan mío era uno, y el de Dios era otro. A los 44 conocí la palabra de Dios; ahí mismo murió ese Felipe, y a los 45 nació otro”.
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