Marco Rubio. Foto/fuente externa
Por Eduard Ribas y Alejandra Arredondo
EL NUEVO DIARIO, WASHINGTON. – Marco Rubio, de origen cubano y primer hispano nominado como secretario de Estado de Estados Unidos, promete reorientar la atención de Washington hacia América Latina bajo un segundo mandato de Donald Trump, en un momento crítico marcado por la cuestión migratoria y las inversiones chinas en la región.
La gran promesa de campaña del presidente electo es llevar a cabo la mayor deportación de la historia del país, lo que anticipa que «Latinoamérica tendrá el papel más central en la política exterior de Estados Unidos de los últimos 30 años», sostiene Brian Winter, experto de la organización Americas Society.
Al frente de la diplomacia estadounidense, Rubio «aportará una enorme atención hacia una región que en muchas ocasiones Estados Unidos ha pasado por alto», agrega Henry Ziemer, del centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Considerado un ‘halcón’ en política exterior, este senador de Florida nacido en Miami hace 53 años se ha distinguido por ser partidario de la línea dura con China e Irán, así como un firme defensor de Israel.
También ha prestado enorme atención a América Latina, siendo un firme partidario de las sanciones a Cuba, Venezuela y Nicaragua, además de crítico con los gobiernos de izquierda de México y Colombia, y simpatizante de la Argentina de Javier Milei.
«Rubio ve la región con un fuerte espectro ideológico: la divide entre líderes de izquierda y derecha, entre rivales y amigos», explica Winter.
La incógnita de Venezuela o el fin de la «Florida politics»
Una de las incógnitas que no ha despejado el equipo de Trump es la política que mantendrá hacia Venezuela, después de que el presidente, Nicolás Maduro, proclamara su reelección en unos comicios cuestionados por la comunidad internacional.
Durante su primer mandato, de 2017 a 2021, el republicano optó por aplicar la máxima presión sobre el país caribeño con sanciones para derrocar a Maduro, pero el mandatario sigue en el poder y la crisis en el país ha provocado que miles de venezolanos migren a Estados Unidos.
El principal motivo de la insistencia con Venezuela no era tanto un afán de intervencionismo sino un deseo de ganar votos en el estado clave de Florida, con una importante población de votantes cubanos y venezolanos, señala a EFE Michael Shifter, exdirector del centro de análisis Diálogo Interamericano.
Con el electorado en el estado ya sólidamente republicano, Trump no tiene ahora ese incentivo. Por el contrario, el futuro presidente podría intentar «ceder ante Maduro y quizás reconocerlo para lograr un acuerdo en migración y darle oportunidades de negocios a sus amigos» en el país con las mayores reservas petroleras del mundo.
Lo cierto es que, para poder deportar a migrantes venezolanos, contra quienes Trump ha liderado una campaña de estigmatización y ha prometido deportaciones masivas, Estados Unidos necesita llegar a un acuerdo con Venezuela, un país con el que no tiene relaciones diplomáticas.
La Administración de Joe Biden reanudó los vuelos de deportación tras una breve pausa en las sanciones petroleras impuestas al país.
De acuerdo con Adam Isacson, experto del centro Oficina de Washington para Latinoamérica (WOLA), la otra opción para acelerar deportaciones sería presionar a México, y a otros países como Colombia, a aceptar a los migrantes venezolanos.
México y la revisión del T-MEC
Lo que parece muy claro es que «México estará en primera línea de las políticas de la segunda Administración de Trump en lo que respecta tanto a la migración como la economía», destaca Ziemer.
Cada vez es mayor la preocupación en Washington por las inversiones chinas en industrias estratégicas como los vehículos eléctricos en Latinoamérica y especialmente en México, país con el que Estados Unidos tiene el tratado de libre comercio T-MEC.
El propio Trump dijo en la campaña que quería abrir en 2026 el proceso de revisión del T-MEC y Rubio ha sido uno de los legisladores que más se ha posicionado a favor de contrarrestar las operaciones chinas en la región.
El republicano, que ya amenazó a México con aranceles en su primer mandato para forzar un mayor control de los flujos migratorios, volverá a utilizar esta carta en las negociaciones comerciales.
«No creo que la ruptura del acuerdo sea el camino más probable, pero sí es posible. Las empresas lo están subestimando», advierte Winter.
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