El papa Francisco. (Foto: fuente externa)
Por Amaia Echevarría
EL NUEVO DIARIO, BRUSELAS. – La disminución de la práctica religiosa, la falta de clérigos y el cierre de espacios de culto, sumados a los escándalos sobre abusos sexuales, son los rasgos más marcados que va a encontrar Francisco la próxima semana en Bélgica y que nada tiene que ver con 1995, cuando Bruselas recibió la última visita de un sumo pontífice: Juan Pablo II.
El viaje de Francisco a Bélgica se desarrollará entre el 26 -con parada previa de unas horas en Luxemburgo- y el 29 de septiembre, tras una gira de 12 días por Asia, y se produce en un momento delicado para la Iglesia católica belga.
Según el último informe anual publicado por la Iglesia belga correspondiente a 2022, la asistencia a misa los domingos es un 40% menor que en 2017 y en seis años ha perdido 915 sacerdotes diocesanos, lo que equivaldría a un descenso del 33%, aunque el clero religioso disminuyó un 22%.
Los bautismos, las confirmaciones y los matrimonios también están en caída constante, pero de forma menos significativa: entre 2017 y 2022, el número de bautismos disminuyó en un 15%, el de matrimonios un 12% y las confirmaciones un 21%.
Rebecca Charlier-Alsberge, la delegada episcopal para el Vicariato del Brabante Valón, señaló en una entrevista a EFE que, para ella, la delicada situación de la institución religiosa es «la oportunidad de volver al corazón (…) de lo que es ser cristiano».
Abusos sexuales
En marzo de este año, el Vaticano retiró el estatus de clérigo a 18 religiosos belgas después de que la justicia ordinaria les declarara culpables en casos de abusos sexuales.
Meses antes, un documental sobre el abuso sexual en la Iglesia católica causó conmoción en el país, abriendo un debate sobre la financiación de la religión en Bélgica.
«La Iglesia belga está sacudida desde hace varios años a este respecto», apuntó la delegada episcopal, que admite que aunque desde 2010 se han creado comisiones y lugares de escucha en todas las diócesis, «debemos seguir aumentando el apoyo a la gente».
«Necesitamos mejorar en la prevención, capacitando a nuestros sacerdotes, nuestros diáconos, nuestros animadores pastorales», agregó, tras reconocer que el abuso es una de las razones que hace que la gente abandone la iglesia, «pero no todo».
Retos y oportunidades
«Podemos transformar las crisis en oportunidades», dijo Charlier-Alsberge, quien considera que, con el paso del tiempo, la asistencia a misa ha perdido esa parte de «costumbre» y que las personas que acuden actualmente lo hacen «porque Cristo es importante para ellos».
El informe señala que «la Iglesia está cuestionando su forma de funcionar», especialmente de cara a los jóvenes, que dudan de la credibilidad de su cómo organización y la perciben como «anticuada, rígida y ajena al mundo».
Por ese motivo, adaptar el lenguaje a los tiempos actuales es «un verdadero desafío» para Charlier-Alsberge.
La presencia de laicos y mujeres en la institución
Charlier-Alsberge es de profesión psicóloga y la primera mujer laica en Bélgica que accede al puesto de delegada episcopal para el Vicariato, que antes ostentaba un obispo.
Además de ella, solo existen 4 casos más en Suiza, donde 2 mujeres y 2 hombres laicos, es decir, que no forman parte de la jerarquía eclesiástica, o que no pertenecen al orden sacerdotal, tienen un puesto similar.
«Nuestros nuevos roles son un ejemplo de una posibilidad de evolución, del lugar de las mujeres y los laicos en la Iglesia», destacó, tras defender que «tienen cosas que ofrecer en complementariedad con los sacerdotes».
Y concluyó: «Estamos en el proceso de inventar y también estamos sacudiendo un poco la liturgia (…) No sé hacia dónde vamos, pero me asombra pensar que estamos avanzando, y para un cristiano es hermoso decir que el Espíritu sopla y es él quien nos guía».
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