EL NUEVO DIARIO, MOSCÚ/KIEV.- Rusia y Ucrania no parecen dispuestos a declarar una tregua como han hecho Israel y el grupo islamista Hamás, pese a que ambos presidentes, el ruso Vladímir Putin y el ucraniano Volodímir Zelenski, han hecho paralelismos entre ambos conflictos.
Putin acusa a Israel y Ucrania de atacar indiscriminadamente objetivos civiles, mientras que Zelenski ha comparado abiertamente al Kremlin con Hamás.
Ambos bandos hacen acopio de pertrechos para el invierno. Nadie habla de una posible pausa navideña después de que Moscú rechazara ya la posibilidad de una tregua olímpica a mediados de 2024.
De hecho, Moscú ha intensificado los ataques en todo el frente, especialmente en torno a los bastiones de Avdivka (región de Donetsk) y Kúpiansk (Járkov).
Ucrania, cuya capital fue esta madrugada objeto de un ataque masivo con drones, sigue intentando avanzar al sur del río Dniéper, aunque sus altos cargos reconocen abiertamente que están a la defensiva en el resto de sectores.
Sin confianza, no hay paz que valga
El líder del partido presidencial en la Rada Suprema (legislativo ucraniano), David Arajamia, desveló hoy en la televisión que, durante las negociaciones de marzo de 2022 en Estambul, Rusia intentó arrancar de Kiev un compromiso de neutralidad.
«Eso era lo más importante para ellos (los rusos). Estaban dispuestos a acabar la guerra si aceptábamos la neutralidad -como hizo Finlandia en su momento- y nos comprometíamos a no entrar en la OTAN», dijo Arajamia, que encabezó entonces la delegación ucraniana.
Recordó que ello exigiría modificar la Constitución. «No, no había confianza en que los rusos cumplirían. Eso puede hacerse solo si hay garantías de seguridad (…) Solo podíamos trabajar si tenemos un 100 % de seguridad de que eso no se repetirá. Y esa seguridad no existe», afirmó
En respuesta, el jefe del comité de Asuntos Internacionales de la Duma (cámara de diputados rusa), Leonid Slutski, admitió hoy que «el tratado de paz» estaba listo y por eso Moscú retiró sus tropas del norte de Kiev en un gesto de buena voluntad.
«Es evidente que el régimen neonazi (ucraniano) busca una salida. Aún no es tarde para regresar a la senda de las negociaciones (…) Pero solo que ahora bajo otras condiciones, teniendo en cuenta la nueva realidad territorial», señaló Slutski, que culpó a Occidente del fracaso de esas negociaciones.
Tragedia sin final a la vista
Putin admitió esta semana en el G20, donde compartió escenario con los líderes occidentales por primera vez en mucho tiempo, que la guerra es, efectivamente, «una tragedia» y que «hay que pensar en cómo detenerla».
Pero, a renglón seguido, echó en cara a Occidente su doble rasero por no conmoverse de la misma forma por el sufrimiento de los prorrusos del Donbás y los palestinos de Gaza que por el dolor de israelíes y ucranianos.
En un gesto sin precedentes, el líder del único partido opositor legal en Rusia (Yábloko), Grigori Yavlinski, pidió personalmente a Putin que detenga la guerra.
«El objetivo de la reunión era el cese del fuego. Es la única persona que puede tomar esa decisión (…) No hay ningún plan de paz. Es una fantasía. Hay una tesis sobre la necesidad de un cese de las hostilidades. Eso es todo», comentó a la prensa local.
Las elecciones presidenciales de marzo pueden inclinar la balanza. Aunque políticamente Putin tiene el tiempo a su favor -un nuevo mandato de seis años-, la situación es insostenible desde el punto de vista social (más de 50.000 muertos) y económico (40 % de gasto en defensa y seguridad).
Zelenski se mantiene en sus trece
El profundo pesimismo que embargó a Kiev tras el rechazo en el Congreso de EE.UU. de un nuevo paquete de ayuda para Ucrania parece haberse desvanecido, aunque ahora también está en duda la asistencia militar de 50.000 millones de euros de la Unión Europea (UE).
«Necesitamos tres victorias. La primera, en el Congreso. Es un desafío. No es fácil. No todo depende de nosotros», dijo Zelenski al recibir en Kiev al líder letón, Edgars Rinkevics. La segunda y tercera victorias serían la ayuda de Bruselas y la adhesión a la UE.
El soplo de aire fresco lo trajo Alemania, que anunció esta misma semana un nuevo paquete de 1.300 millones de euros centrado en la defensa de los cielos ucranianos y otro sistema antiaéreo Patriot está en camino.
La contraofensiva ucraniana experimenta un claro estancamiento, pero Zelenski no quiere ni oír hablar de ello y aconsejó a los militares que no se dediquen a la política, que para eso ya está él.
«Rusia utiliza al máximo los diferentes desafíos que hay en el mundo para desviar cualquier ayuda a Ucrania. Hacen todo lo posible para distraer la atención de la guerra en nuestro país», afirmó, en alusión al conflicto en Oriente Medio.
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